sábado, 30 de mayo de 2009

El Hombre Moderno

Para comprender al hombre moderno es menester comprender primero la evolución histórica de la humanidad, su devenir cultural y el paradigma que ha prevalecido sobre los demás. Básica y muy sintéticamente, antes del Humanismo del siglo XV, que es situar al Hombre como causa y fin de todas las cosas, la confianza en su razón y en su capacidad, cambió el paradigma teocéntrico por uno antropocéntrico, de tal forma que los valores dejaron de ser los de Dios, y ahora serían los del Hombre. Pero, ¿puede tener el Hombre valores que no sean los valores de Dios? Después vemos la creación de una civilización cuyo fin es no otro más que el Hombre. Con la Revolución Industrial se abre la puerta al Capitalismo, y esto fue el principio del fin del Hombre como ser humano. Hoy, los valores humanos son el placer físico, el disfrute inmediato, el dinero, el tener posesiones, valores tan efimeros y triviales en si mismos que no sólo no enaltecen el espiritu humano, sino que ni siquiera cumplen el fin por lo que la gente los busca, que es la satisfacción, ya que ve al dinero como un fin por si mismo, al placer como un fin por si mismo, al tener cosas materiales como un fin por si mismo. Nada de esto por si mismo da satisfacción trascendente, sino un mero sentimiento efimero de gozo que llega, no porque el hecho en si lo produzca, sino porque creemos que hemos alcanzado algo al obtenerlo, y que se va cuando nos damos cuenta de que no hemos alcanzado nada realmente. Hoy por hoy es común el ver a la gente pagar con tarjetas de crédito por querer tener antes del sacrificio de trabajar para obtenerlo, que es lo que da la verdadera utilidad de lo que se consigue; tener relaciones sexuales con alguien que no se ama ni se pretende siquiera tener un compromiso, que es lo que hace al acto de tener relaciones sea especial. Vemos, pues, que el hombre moderno compra, tiene, hace, pero que al mismo tiempo esta en un estado de incertidumbre, insatisfacción y desesperación por no obtener la satisfacción que persigue, al mismo tiempo que escapa de su conciencia que le muestra cual es el camino que lo lleva a la felicidad, pero como implica esfuerzo, responsabilidad y sacrificio, prefiere meter la cabeza como avestruz en el paradigma humanístico, nihilista, hedonista y vacío que pregona la sociedad de consumo moderna, ya que “es más fácil”.

Y ¿cuál será la consecuencia de continuar con este paradigma moderno? Primeramente la destrucción espiritual del hombre, además de vivir una vida insatisfecha y falta de nobleza. Después, la destrucción de las sociedades, ya que nadie es responsable de lo que le pase al de junto. “Si yo no soy feliz, ¿porqué iba a ayudar a los demás?, además, nada me obliga a hacer nada por nadie; es mas, el paradigma dice que primero estoy yo, después yo y al último yo”. En tercer lugar, la destrucción del propio medio en el que el hombre vive, ya que “lo redituable es producir, no cuidar las plantas”, “y ¿yo porqué voy a preocuparme por eso? Es esta actitud de indiferencia ante el medio ambiente, ante los demás y ante nosotros mismos hace que el hombre moderno este en vilo moral, avasallado por un paradigma deshumanizante que lo arrastra a una condición miserable carente de virtud y gozo, muy contrariamente a lo que Dios nos ofrece y tiene preparado para quien lo quiera tomar.

Juan 4:14 Mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que será en él una fuente que salte para vida eterna.

Jeremías 2:13 Porque dos males ha hecho mi pueblo: dejarme á mí, fuente de agua viva, por cavar para sí cisternas, cisternas rotas que no detienen aguas.


Insuficiencia de vida interior que paradójicamente puede ir acompañado de un férreo subjetivismo. Las cosas ya no nos impresionan, No sentimos un cariño trascendental por algo, no nos da una motivación profunda alguna escena que nos pueda mover en nuestro corazón. En otras palabras, nos estamos endureciendo, enfriando nuestra capacidad humana de ver la vida de un punto de vista trascendental. Por otro lado, nos encerramos cada vez más en un subjetivismo que nos hace cada vez más insensibles y ciegos, justificados por una filosofía superficial de la vida que la sociedad contemporánea solapa y hasta enaltece.

Huimos de nosotros mismos. No queremos estar a solas porque, por más que tratemos de soslayar a nuestra conciencia, de nuestra voz interna humana que nos advierte que la ruta que estamos tomando esta mal, decidimos con más fuerza tratar de evitar escuchar esa voz y eclipsarla con banalidades para no tener que pensar en las cosas verdaderamente importantes de la vida. Pensar representa una tarea ardua y tortuosa, que además nos enfrenta a nosotros mismos y a nuestro rol en la sociedad como seres humanos, además de nuestra responsabilidad hacia nosotros mismos en el sentido de dar cuentas de nuestras acciones. Ponerse a pensar el “porqué es que hago las cosas, cual es el sentido de mi vida” implicaría, y dentro de nosotros lo sabemos muy bien, que nuestra meta en la vida no es lo que la sociedad consumista contemporánea pregona para sus fines, esto es, el placer inmediato, mi propia satisfacción sobre todas las demás cosas, y el deslinde de responsabilidad hacia todo: los demás, el medio ambiente, y paradójicamente hacia mi mismo. “El vecino esta en dificultades”… “no es mi problema” respondemos. “La ciudad esta llena de basura”… “tengo derecho de tirar basura en la calle, para eso pago impuestos” pensamos. “Los malos hábitos que tengo están deteriorando cada vez más mi cuerpo”… “tengo el derecho de hacer lo que yo quiera con mi cuerpo, es mío” nos justificamos. El detenernos a pensar nos llevaría necesariamente a darnos cuenta que la propaganda nihilista hedonista que le hemos creído al paradigma moderno consumista atenta contra la propia naturaleza humana y sus valores intrínsecos, pero claro, siempre es más fácil decir: “no es mi responsabilidad”, “yo tengo derecho al placer inmediato y a hacer lo que yo quiera (a costa de lo que sea)”. No vemos que, de nuevo, paradójicamente estas actitudes triviales y “cómodas” nos alejan del fin que queremos alcanzar, esto es, del verdadero placer y felicidad. Al negar a Dios como parte de nuestras vidas, negamos también sus principios e imponemos los nuestros para según alcanzar la felicidad, sin darnos cuenta de que esta sólo se puede alcanzar mediante el abandono de nosotros mismos, de nuestra naturaleza egoísta de satisfacción personal, por una entrega a Dios, y en ese orden, por una entrega a vivir una vida desinteresada por servir a los demás y trabajar por lo bueno y puro de la vida. Dios en su perfección planeó que sólo así el hombre pudiera alcanzar lo que tanto anhela y desesperadamente busca alcanzar el hombre moderno, la felicidad y el gozo interior y físico.

Se identifica al ser con sus funciones. No te preguntan “quién eres? Sino “en qué trabajas?” Al identificar nuestro actuar con nuestro ser nos quita la responsabilidad de cultivar nuestro interior, ya que la gente sólo juzga lo exterior. Esto provoca también que hagamos muchas cosas pero no profundicemos en ninguna. No ejercitemos la contemplación, la meditación, el ocio. Somos seres que “hacemos”, no importa qué, lo importante es hacer algo! “se vive cuantitativamente, no cualitativamente”.

Lucas 9:24 Porque cualquiera que quisiere salvar su vida, la perderá; y cualquiera que perdiere su vida por causa de mí, éste la salvará.



El hombre moderno sólo se identifica con sus deseos, con su subjetivismo. No es leal ni fiel a nada. En este sentido es individualista. Es colectivista por la parte en que se relaciona con “todo el mundo”, pero superficialmente. No logra entablar una relación “orgánica”, es decir, que sea parte de algún grupo o de alguna relación con bases profundas y humanas. Paradójicamente, se relaciona con todos y a la vez es solitario. No forma parte orgánica de ningún grupo, pero tampoco forma parte de nada, no es leal a nada, a nadie, no tiene responsabilidades ajenas a si mismo. No tiene más valores que los que él se asigne subjetivamente. Dicho desarraigo, el no tener vinculos hace que no tenga en cuenta el pasado, sino que sólo se preocupe por el futuro. Esto, como dice Ortega y Gasset, lo convierte en un tipo de “hombre primitivo”. Al no tener en cuenta su pasado, no toma en cuenta las experiencias que lo hacen madurar, aprender, valorar. Sólo ve el futuro, y en ese orden, vive en un estado de negación de si mismo, huyendo de la asimilación de la enseñanza de sus experiencias, como si nada tuviera consecuencias, flotando en una nube viviendo sólo el presente y con sus ojos en el futuro. El sufrir no lo ve como una lección para aprender cosas y engendrar nuevas virtudes, sino como una pérdida de tiempo. Por eso es común la ligereza de terminar una relacion amorosa y seguir con otra, y con otra, y otra… la ligereza de no tener ningún amigo verdadero, sino muchos, pero superficiales, que en realidad no son amistades sino conocidos con quien se divierte un rato sin formar vinculos más personales e intimos.

El culto a la libertad es a lo que obedece este respecto, y la consecuencia es que el hombre se halle muy desorientado por su falta de apoyo, sin metas, sin plan. Al no haber un marco de leyes morales, pues “esclaviza” y hace la vida más “difícil”, no hay ningún punto de referencia.

El hombre moderno no se preocupa por la inmediatez de lo que lo rodea; sin embargo, expresa una virtual preocupación por temas que no le conciernen, tal vez para justificar en alguna medida la indiferencia y despreocupación por el mundo. Esto provoca que se pierda la capacidad de percibir lo que sucede a su alrededor, y por tanto, de tener una conciencia y responsabilidad por lo que le rodea. En realidad no le preocupa nada fuera de si mismo, y en cierta medida, no se preocupa ni siquiera por si mismo por darse a esa actitud de dejadez espiritual en pos de su “comodidad temporal”. En ese tenor, no se plantea objetivos a largo plazo, pues eso implica ir construyendo paso a paso para llegar a un objetivo; pero eso, diría, “qué sentido tiene?”, “lo importante es vivir hoy”.

Por ese desarraigo, no le gusta tener memoria. Lo que pasó, pasó! Igualmente la cultura de lo “desechable”. Todo es desechable, la ropa, los muebles, hasta las amistades, las relaciones romanticas. No tiene intereses prioritarios, sino que van en función de qué humor se levantó ese dia, de qué le dan ganas, y sabemos que él “tiene derecho a todo lo que se le antoje, siempre y cuando lo pueda costear”. Por eso es tan venerado el dinero, porque es el medio para cumplir lo que queramos; porque con él podemos alcanzar lo que la modernidad nos promete: placer inmediato, poder, y sin responsabilidades ni tener que sujetarse a los esclavizantes valores morales. En la sociedad moderna puedes ser homosexual, puedes abortar, puedes hacer lo que quieras; nadie te obliga a ver por tu prójimo, no es tu responsabilidad. Goza, disfruta, compra, ten, siempre y cuando tengas el dinero para “ser”. Comete los crímenes más bajos que se te ocurran, siempre y cuando tengas dinero para un buen abogado o sobornar al juez. Libertad, dinero… “Porqué tengo que estar arraigado con algo?” .

Marcos 10:24 Jesús respondiendo, les volvió á decir: ¡Hijos, cuán difícil es entrar en el reino de Dios, los que confían en las riquezas!


“¿Qué?! Si todo el mundo lo hace!”
Dentro de cada clase social hay siempre masa y minoría auténtica. Ahora vemos que la masa es la gran mayoría.Masa es todos los individuos que sienten, piensan, desean, actúan y tienen una personalidad idéntica. Idéntica, pero porque no es desarrollada por ellos mismo, sino que simplemente se dejan llevar por “lo que todo el mundo es”. Pierden capacidad de pensar libremente y de tomar decisiones por si mismos. Pierde de manera habitual sus características personales, asociándose al conglomerado, no solo en personalidad, sino por completo, es decir, en sentimientos, valores, deseos, gustos, pasiones, actitudes, etc. Se siente cómodo al ser idéntico a los demás porque eso le da la seguridad que no tiene, es decir, palea y justifica sus acciones vacías alegando que “así es todo el mundo”; sin carácter, sin responsabilidades, sin tomar riesgos, sin defender ninguna postura propia; sin valores mas que los que todos los demás aparentan, no por convicción propia, sino porque el bien ahora es “lo que los demás dicen que esta bien y lo que esta mal”, totalmente superficial, sin raíces ni profundidad.

Esto le confiere a la persona cierta seguridad personal, material, espiritual, intelectual y moral. Lo que es verdaderamente indignante y triste, es que todavía se atreva a defender a capa y espada sus puntos de vista (que no son suyos) cuando se le plantean cuestiones relevantes acerca de la vida, de su existencia, de sus valores, de su fin. Se aferra a su postura superficial y vacía porque no quiere enfrentar la realidad, le da miedo. Es una persona cobarde. Por eso no encara su situación ante si mismo, ante los demás y ante Dios, porque esto implicaría cambiar su manera cómoda de pensar y vivir, le traería responsabilidades (que no por ignorar no las tiene), y le haría empezar a trabajar en formarse una personalidad y criterio propio. Por eso dijo Jesús que “Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, al reino de los cielos se hace fuerza, y los valientes lo arrebatan” Mateo 11:12. Cuanto menos querrán oír cuando Dos les dice “ven, sígueme” Lucas 18:22



El hombre esta cambiando su manera de aprender e interiorizar la cultura de la lectura y la disertación oral a simplemente el aprendizaje visual. Ya no se cultiva mediante libros o discusiones temáticas; el video ha revolucionado la manera de aprender del hombre. Es una manera más simple y cómoda, pero implica a su vez un cambio pedagógico donde su aprendizaje queda incompleto, ya que como la manera de aprender fue fácil, la importancia que se le da a ese conocimiento mínima, es indiferente, no es algo trascendente ni se le toma como tal, ya que mañana van a pasar otro programa, y luego otro, y otro, y sólo los vemos, y se nos quedan slogans pero los tomamos a la ligera. Como consecuencia viene que nuestra cultura la tomamos a la ligera. No nos interesa saber más, ni aprender más (¿!qué tal si descubrimos algo importante y tengamos que dedicarle nuestro valioso tiempo!?). Y hablando del tiempo, estamos siempre preocupados por no perderlo, y paradójicamente creemos aprovecharlo perdiéndolo.

Al haber un cambio de costumbres sociales en la manera en que un individuo se forma cultural, inteligible y espiritualmente, hay un cambio también en las acciones sociales dadas por esa nueva formación. Ahora se ha vuelto normal que lo que dice la televisión o el cine es como debemos ser, vestirnos, actuar, comer, etc. Como somos tan flojos para poner en juicio lo que dicen los medios, nos abandonamos en sus designios. Adjunto al fenómeno social de la masa, todos nos volvemos soldaditos interiormente idénticos unos a otros en cultura, que se refleja en nuestros valores, sentimientos, costumbres, y que aunque no sepamos porqué, los defendemos a muerte. De nuevo la paradoja que creemos ser únicos siendo como los medios nos lo dictan, y justificado en que todo el mundo es así y que por lo tanto esta bien (y que pesar ir contra la corriente).

El imperialismo de la imagen va demoliendo el reino de la palabra y de la inteligencia, instaurando el de la estupidez y de la necedad (que como dije, defendemos a morir). La televisión nos podría decir muchas cosas, y si tuviéramos bases para juzgar esto con un criterio y bases culturales y espirituales sólidas, veríamos hasta con subestimación a la televisión. Pero al no haberlas, vemos la televisión como fuente de nuestra formación y nuestro ser. Las noticias nos pueden informar, pero como no tenemos la formación adecuada, sólo las vemos (nótese que no dije “las escuchamos”) y no las comprendemos. A fin de cuentas, nos llenamos de demasiada información que, al no contar con la capacidad para analizarla, no nos sirve más que de distracción en una sociedad rutinaria y enajenante. Al ser la televisión nuestra fuente cultural y moral, y al no contar luego con capacidad para analizarla, concluimos que estamos llenos de nada, y por lo tanto, incapaces de comunicar nada personal ni de ver la vida con un criterio propio; mucho menos de transmitir ningún conocimiento. Surge entonces el problema que la sociedad se enajena a los medios y somos controlados por ellos, sin esperanzas de cambio futuro, más que la de algunos pocos que se resisten a tal enajenación.


El hombre esta intrinsecamente ligado a su entorno natural de vida. Se identifica con su medio y lo apropia. Socialmente, el hombre esta diseñado para interactuar con su medio y con las personas con las que se rodea. Asi alcanza su estabilidad personal como individuo, se crea una identidad. Es muy triste ver cómo en las ciudades esto se ha perdido. Las grandes distancias que cambian los conceptos de pertenencia; la individualidad y la indiferencia de las personas por estar inmersas en la rutina de una estructura social basada en la producción y el consumo, hacen que la interacción huana se incapacite y se transformen a relaciones artificiales, como el “Chat” o llamadas telefónicas en el mejor de los casos; el hecho de que el medio en el que vive la persona sea un lugar inhóspito, contaminado, frío y gris, como son todas las ciudades, hace que el hombre pierda su sentido de pertenencia y su identidad dentro de su medio; vivimos rodeados de vecinos y con ninguno tenemos una genuina relación comunitaria, ya que nuestras rutinas son distintas (rutinas, no modos de vida); el salir a la calle y no ver más que calles y edificios, y lleno de personas pero sin nadie con quién platicar ni tener una relación duradera hace que el hombre se vuelva solitario y triste, se deprima en un medio hostil e indiferente, además de gris y contaminado, en el que tiene que cumplir con su rutina dentro del sistema productivo para subsistir, sin siquiera poder desarrollar relaciones sociales con sus mismos compañeros de rutina. Se pervierten las relaciones sociales y se marginan a los centros comerciales o a los “antros” o a lugares donde para poder “ser” tienes que “consumir”. Y ¿qué hay de los que no pueden pagar para poder ir a estos lugares, que tampoco tienen un carro para ir?, ya que todo queda lejos en la ciudad. Se resignan a quedarse en su casa con la enajenación de los medios o con relaciones ficticias y artificiales, como el “Chat” o llamadas por teléfono, resignadas a soportar un sentimiento de vacío, de soledad, de tristeza y de impotencia. Así es la vida en la ciudad.


La prioridad para la sociedad actual es la producción, por lo que la técnica es primero, todo lo demás después (el arte, todo tipo de relaciones humanas que no tengan que ver con la producción y el consumo, la cultura, las cosas realmente importantes para el ser humano). Se instaura una cultura reduccionista, que no nos hace felices pero que aceptamos.


Los medios, defensores y legitimadores del capitalismo neoliberal, pregonan que el valor de la persona reside esencial y originariamente en la cantidad de dinero que tienes. Esto hace que nuestra autoestima este relacionada a la cantidad de dinero que podemos gastar para alimentar al Leviatán neoliberal. Esto hace además que los valores humanos ya no valgan; lo valioso es el dinero, punto. Consumo, luego existo. Quiero, y ya que lo tengo me siento igual que vacío, porque muy a pesar de haber creido ciegamente en que tener te hace feliz, la realidad es otra. Lucas 12:15 Y díjoles: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee.


El pobre hombre moderno busca el placer instantaneo, y siempre quiere tener más y más placer, sin darse cuenta que el la vida las cosas que dan placer son aquellas que obtiene después de haber hecho un sacrificio para alcanzarlas. Se pregunta entonces “porqué he tenido relaciones con muchas mujeres, he comido, tomado, hecho y desecho y no puedo disfrutar!?” Como decía el de los Rolling Stones ”i can´t get no satisfaction… and i try, and i try, and i try, and i tryyyyyyyy!” Entre más se persiga al placer como un fin en si, menos se alcanzará. El nuevo orden mundial nos dice que tenemos derecho a hacer lo que queramos, como y cuando y donde queramos, libertad como bandera del humanismo. Pero sólo nos esta arrojando a una vida llena de frustraciones al darnos la ilusión de que sin esfuerzo podemos tener toda la satisfacción que queramos. El placer es una consecuencia del esfuerzo, no es un fin en si mismo. Marcos 8:35 Porque el que quisiere salvar su vida, la perderá; y el que perdiere su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará.


“No hay verdades absolutas”, dice el hombre moderno. “Yo tengo el derecho inalienable de decidir lo que esta bien y lo que esta mal, la verdad es mi verdad.” Siendo así, no hay nada a lo cual respetar ni ser digno de devoción más que a mi propia subjetividad. Porque “es mi derecho”. Rechaza la validez universal de la verdad. Siendo así, no hay una sociedad con bases ni principios a los cuales apegarse; cada vez más cada quién tiene sus propios valores y cada vez más la sociedad permite esa libertad individual, para bien y para mal. Y ¿a dónde va a llegar una sociedad en la que sus personas no tienen compromisos con ninguna ideología, ni con valores universales, y que no tiene bases morales para dirigir su vida hacia el bien? Pues va a llegar a donde vemos que esta yendo, a la promiscuidad, inmoralidad, falta de valores, libertinaje y degradación humana. Podemos decir que tenemos la libertad para ser como queramos, pero no podemos cambiar el hecho que quien juzga es Dios y no nosotros, que “la paga del pecado es muerte: mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.” Romanos 6:23 y no podemos negar que Dios nos muestra cual es el camino por el que deberíamos ir mediante nuestra conciencia, pero este paradigma moderno nos dice que no hay más conciencia que lo que nosotros juzguemos, por lo cual muchas personas “después que perdieron el sentido de la conciencia, se entregaron á la desvergüenza para cometer con avidez toda suerte de impureza. Efesios 4:19 y “Que con hipocresía hablarán mentira, teniendo cauterizada la conciencia.” 1 Timoteo 4:2 Pero la modernidad nos dice que sólo nosotros podemos decidir entre lo bueno y malo, los valores que queramos seguir, y con la libertad inalienable intrínseca al ser humano. Es decir, libertad sobre valores, verdades universales, sobre nuestra propia conciencia.

Salmos 16:11Me mostrarás la senda de la vida; En tu presencia hay plenitud de gozo; Delicias a tu diestra para siempre. Salmo 36:10 En ti está la fuente de la vida, y por tu luz vemos la luz.

Mateo 6:19 y 20 No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompe, y donde ladronas minan y hurtan; Mas haceos tesoros en el cielo, donde ni polilla ni orín corrompe, y donde ladrones no minan ni hurtan.

Juan 10:10 El ladrón no viene sino para hurtar, y matar, y destruir: yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.

Se ha perdido la formalidad ya que no hay porqué ser formales si yo soy quien dicta mis propias reglas. Vemos las fachas de las nuevas generaciones, su manera de ser sin sentido, su manera de hablar sin ningún respeto. Vive también como si fuera esta vida lo único por lo que hay que vivir, es decir, no vive con vistas a su futuro eterno, ya que no cree en él. Por lo tanto su nuevo estado es miserable y vacío, pues sus acciones sólo van encaminadas a la inmediatez y vanalidad de lo material. Su vida por lo tanto carece de cualquier sentido trascendental. Se inventa sus propias religiones para llenar sus vacíos nternos, que terminan por dejarla igual de vacía. Va en una lancha en medio de la neblina, sin rumbo, si dirección, y lo peor es que no le importa, sólo le importa comprarse el nuevo traje que esta de moda, para descubrir que al final esta igual de solo, vacio e infeliz.




Y a pesar de que lo sabe, se aferra a esa manera de vivir, que defiende a muerte y que en base a ella juzga y trata a los demás, con la conciencia guardada en una caja en un lugar que ya se le olvidó dónde estaba. Y ¿porqué? Por la simple razón de que no quiere voltear a Dios y enfrentar su situación ante Él. La sociedad moderna le dice que notiene porqué hacerlo, y se justifica en eso y en que pues nadie lo hace. No sabe que la respuesta no esta en el nuevo CD de Alejandro Fernandez, sino en la vida que Dios tiene para él, y que la tiene en abundancia.